El ínclito

Á LA MEMORIA DEL RDO. DR. D. JOAQUIN PUJOL, PBRO. 

I
Entre el caos mundano,
con empeño tenaz, febril se agita
el pobre sér humano
que huye el sendero de la paz bendita
tras brillante fantasma que le incita.

Quien va en pos de riqueza,
cual se enerva del goce en los altares,
sueña éste con ideales de belleza;
otro, por encumbrarse en la grandeza,
estudia, ó con empresas militares
sojuzgar quiere pueblos á millares.

Mas nunca su afan sacia
quien de loca ambicion anda poseido:
el monstruo con falacia
«¡más, aún más!» va zumbándole al oido,
y así consuma su total desgracia;
dale hidrópica sed, crudo tormento
que es beber para hallarse más sediento.

Y mientras la fortuna
todos persiguen con la mente inquieta,
las horas se deslizan una á una;
siguiendo va el planeta
su curso imperturbable;
y, en fin, al miserable,
y al hombre de dinero,
y al príncipe altanero
la muerte pavorosa los iguala
tornando vil harapo toda gala.

Ni juzgue su memoria
á través de los siglos afianzada
quien alcance la gloria
en mármoles y bronces proclamada.
Sucédense los tiempos y las gentes:
en lucha de pasiones,
traen nuevas corrientes
nuevas generaciónes,
y con saña feroz hoy se deprime
cuanto ayer se ensalzara por sublime:
ó llega un cataclismo
que al héroe y la memoria de su rango
sepulta en las entrañas del abismo,
y palmas y laureles,
y plumas y cinceles
son ya informes despojos entre el fango.
Ley es incontrastable que perezca
todo cuanto el humano acá apetezca.

II
El varon que, prudente,
los hechos compulsando y las edades,
vió por toda leccion que lo presente
es sólo vanidad de vanidades:
el que la humana ciencia
cultivó, ni ambiciosa ni engreido,
sólo para adornar la inteligencia
que la excelsa divina Omnipotencia
le habia concedid
y dar luz y consejo al ignorante:
el que, apóstol solícito y constante,
al indigente retornó la calma
pidiendo al rico su oro
á cambio de un tesoro
dulce, intenso, inefable para el alma:
que, enjugando las fuentes de tristeza,
de aquellos mismos ojos
hizo manar raudales de terneza,
de gratitud, de amor y de esperanza,
cual volviendo jardín de bienandanza
este séco erial lleno de abrojos:
que manso y concentrado
vivir quiso anulado
para ensalzar al Dios de las Alturas:
que de este Dios ferviente enamorado,
amóle sin medida en sus criaturas:
que, en fin, todo su celo
fué dar paz al humano y gloria al Cielo;
este sér elegido,
cuyo nombre se extingue en el olvido,
pero, dejando aquí su inmortal obra,
el justo galardon, feliz, ya cobra
libre de todo mundanal resabio,
este es el grande, el genio, el héroe, el sabio.

Violeta perfumada
que habitas el vergel del Paraiso,
mansísima paloma
de nítida blancura inmaculada,
alma que Dios para su Gloria quiso,
pues tan grande virtud en tí se encierra,
envía tus arrullos y tu aroma
á la mísera tierra.

Julio de 1897.

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