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El condenado á muerte

I
La populosa ciudad se hallaba sumida en triste conmoción. Hé aquí la causa. Poco tiempo hacía que un hombre, codician do las riquezas y la hermosura de cierta joven, después de apurar inútilmente todos los medios para enamorarla, la secuestró, recurriendo á la astucia y á la violencia. Así que la tuvo en lugar que él creyó seguro para consumar su infamia, rogó, suplicó, fingió lama s rendida ternura, y amenazó, por fin, con venganza implacable; mas la doncella, á pesar de su juventud y de darse cuenta de la horrible situación en que se hallaba, resistió heroicamente á todo, resuelta hasta á dar la vida antes que se hollara su pureza. El ladrón infame, cansado de luchar é irritado por la oposición de su víctima, la inmoló é hizo todo lo imaginable para borrar la huella del crimen. Aun después de consumado éste, el malvado quiso ver si sacaba partido de su fechoría, y escribió á los tutores de la joven, pidiéndoles por el rescate de ella una fuerte suma; pero, al llegar la hora de ver si la cantidad pedida estaba en el lugar indicado, el ladrón tuvo miedo y dejó de acudir. Con todo, la justicia tomó el asunto con empeño, y no cejó hasta dar con el asesino y obtener las pruebas de su culpabilidad. Se acercaba ya la hora de la expiación; el souido de la campanilla con que se pide limosna y oraciones para los sentenciados á pena capital, resonaba lúgubremente en todos los oídos. Acababa de levantarse el cadalso: por esto la ciudad entera se hallaba conmovida.  

II
Por la tarde de aquel día, el sacerdote encargado de llevar los auxilios de la religión al que debía morir por mandato de la justicia, salía de ia capilla de la cárcel con expresión de abatimiento y enjugando con el pañuelo el copioso sudor que le inundaba el rostro. Una mujer, como de cuarenta años, alta, bella y majestuosa, vestida de seda negra, le salió al paso, preguntándole con vivísimo interés: —¿Se ha reconciliado ya? —1 No, desgraciadamente! — contestó el mi nistro. — He apurado todos los recursos de mi fe, he invocado en mi auxilio al Todopode roso; pero no he conseguido sino que el desdi chado criminal se exasperara, hasta el punto de que se rae echase encima y, vomitando blas femias, quisiese destruirlo todo. Ha sido preci so cargarle de cadenas. Yo me marcho, me voy de aquí, porque veo que todo mi afán se ría inútil, y el corazón se me parte. —¡Oh! ¡No puede ser, padre mío, no ha de morir impenitente! — replicó exaltada la mu jer.—Yo he de verle, yo he de hablarle. Semejante coloquio tenía lugar en voz baja junto á la puerta guardada por centinelas. El religioso entró de nuevo en la capilla, de donde salió en breve con un caballero, á quien dio la siguiente orden: —Hágame V. el favor de decir al sentenciado si quiere recibir á una señora que desea verle. El caballero, después de una señal de asentimiento, fué á cumplir el encargo, y entonces se oyó una voz que en tono sarcástico decía: — ¿Una señora? Que pase. (Veamos! Sin aguardar más, ella entró resuelta hasta hallarse en presencia del malhechor.  

Era éste alto como ella; como ella también, de correcta fisonomía, si bien alterada: su barba y sus cabellos eran algo rojos. Estaba sentado en la cama, sujeto el cuerpo con cadenas y las manos con esposas. —¡Ramón!—gimió la dama.—¿No me conoces? —Me parece recordar ese aire y esa voz. ¿Eres tú, tal vez, una de las muchas amigas que he tenido durante esta comedia que ya se me acaba? ¿Vienes, quizás, á endulzar mis últimos instantes?—respondió el interpelado con desvergüenza. —¡Ramón! ¡Ramón! — exclamó ella.—Recuerda tu pasado y date cuenta de tu presente. ¿No me conoces aún? Y ¿olvidas el estado en que te hallas? —No comprendo á qué se dirigen tus razones, ni voy á romperme la cabeza para adivinarlo. Preso y amarrado como estoy, poco me importa saber ó no quién eres. —Pues quiero que lo sepas,—ella insistió.— Me llamo Valentina. ¿Me conoces ahora? —¡Ah!—exclamó sorprendido Ramón, prorrumpiendo en una brutal carcajada.—Amiga mía de otros tiempos... ¡Cuántos años sin vernos ! ¿ Eh ? —¡ Cuántos años! Sí; tienes razón,— asintió ella con amargura.—¡Cuántos años y cuántos recuerdos dolorosos! Yo creí que habíamos nacido el uno para el otro; pero tú, engañándome, me perdiste, y de la mía salió tu propia perdición. —¡Quiá, mujer!—replicó él con ironía,— Ambos, yo y tú, éramos carne del diablo, y el diablo se nos llevó. A buena hora te vienes aquí á hacerme cargos por lo que ni vale la pena. —No, Ramón: no vengo sino á llevar la luz al abismo de tu conciencia envuelta en laF tinieblas del mal. —¡ Ah! Si vienes, como otros lo han hecho ya, á romperme los cascos con sermones, vete, por favor, que no estoy para oir simplezas.

—¡Por Dios, escucha! ¡Óyeme, por caridad! —insistió Valentina.—Deja que hable sin que me interrumpas. Me harás con ello un bien que he de agradecerte mientras viva. Ramón guardó silencio, y continuó así Valentina: —Bien sabes tú cómo y cuándo nos conocimos. Muy pocos años contábamos los dos: tú eras rico y hermoso, y el arte que poseías en el vestir, en la palabra, en tus maneras y en tu mirar, me cegaron por completo, á mí, pobre muchacha sencilla de corazón y entendimiento. Jurando ser mi esposo, jurándome eterna fe, después de abusar de mi inocencia, me abandonaste. —¿Vienes á reñirme?—interrumpió el malvado con soberbia. —¡ Ayl No, Ramón. Perdóname si he de recordarte el daño que me hiciste, pues con toda mi alma lo perdono; pero semejante recordación es de todo punto necesaria. No me di cuenta de mi situación horrible hasta que me vi huérfana de tu amor y hasta que la vergüenza del pecado, saliéndome al rostro, me denunció ante el mundo entero. Entonces más de una vez vine, llorando, á pedirte lo que tú tan sólo podías darme; hasta de rodillas te lo supliqué; pero tú, insensible á mi llanto y á mis ruegos, me echaste de tu presencia con el enojo propio de quien rehusa los halagos de impertinente can... No te ofendas; no deseo mortificarte: así Dios te perdone como yo te perdono. De aquí vino la desdicha de tu vida. Después de sacrificar á la débil mujer que se entregó á ti con toda la fe loca de su amor, después de sacrificar, con ella, al tierno fruto de sus entrañas, ¿qué podía detenerte ya? ¿Qué podía haber que fuese capaz de mover tu corazón endurecido? Tras de mí, otras mujeres fueron víctimas de tu afán insaciable; todos los vicios se agarraron á ti destruyendo tu alma y echando á perder tu fortuna. —¡Tienes envidiable memoria y hablas con una elocuencia...!—observó el criminal en tono de zumba. —Óyeme, desdichado, y respeta tu propia situación. Mi elocuencia es la que dan la convicción y el sufrimiento. Déjame que acabe de decirte lo que, en tu interés, me propongo. Perdido todo lo que llegaste á heredar, después de haber vendido hasta la casa paterna, necesitando dinero, no sólo para vivir, sino también para alimentar tus vicios, sin el socorro de compañero alguno de los que festejaron tu pasada opulencia, te dedicaste á la estafa; y, cayendo de precipicio en precipicio por el camino del mal, la cárcel, donde la estafa te llevó, fué, para ti, escuela de delitos mayores. Al salir de allí, te entregaste al robo, y vas ahora á terminar tu carrera expiando en el patíbulo el crimen de haber derramado inocente sangre humana. Aquí concluye tu historia. Voy á contarte la mía. Abandonada por ti y teniendo las justas iras de mis honrados padres, abandoné mi hogar, y lejos de él vio la luz el fruto de nuestra culpa... Poco tiempo después murió aquel ángel inocente, y murieron también mis padres, ¡oh dolor!, sin que me fuese dado recoger su postrer suspiro. ¡Ay! ¡Este ha sido y será siempre uno de los dolores más grandes de mi vida! Hallándome sola y puesta ya en el camino de la perdición, lo he recorrido con avidez vertiginosa. Después de sufrir privaciones horripilantes, heme visto opulentísima, siendo el astro predilecto de los grandes centros del vicio que se llaman capitales de América y Europa; y allí, entre la fiebre de la voluptuosidad y el bullicio delirante de la orgía, mi pensamiento estaba siempre fijo en ti y te iba buscando por todas partes, esperando siempre de ti mi regeneración. Han transcurrido muchos años, y he visto caer á mis pies cuantiosas fortunas y un sinnúmero de idólatras admiradores... y se han acumulado en mi alma acerbos remordimientos que la oprimen... Pero á tí no me ha sido dado hallarte hasta hoy, hasta el día en que tu nombre y el horror de tu crimen andan de boca en boca; y hoy, cuando te veo por última vez en la tierra, yo, que tanto he sufrido por ti, yo, que te he amado tanto, vengo á decirte: "—Ramón: ¿no hemosde vernos jamás? ¿Ja más?" —Todo concluye mañana,—contestó él, es forzándose por mostrarse sereno. —¡No!—apresuróse á replicar ella con tono firme.—Cuando la vida mortal concluye, la Eternidad empieza. —Y ¿qué es la Eternidad?—exclamó él, con desprecio y midiendo con los ojos á Valentina desde la cabeza á los pies. —La Eternidad es el mismo Dios,—repuso ella con tono firme. —¿Dios? Y ¿quién es Dios?—objetó el asesino cínicameiite. —Dios,—afirmó ella,—es principio y fin de todas las cosas: El es quien nos crió, y, al ponernos en este mundo de prueba, nos dotó de conciencia y libertad para que, conociéndole y amándole, nos hiciésemos dignos de volver á su seno. Ni yo ni tú hemos cumplido sus soberanos mandatos, y (¡admira, admira la grandeza de este Ser omnipotente!) hasta el último instante de nuestra vida. El nos da tiempo para lavar nuestras culpas. El es quien en estos momentos inspira mi voluntad y mi palabra. —Pero ¿cómo es posible que El me perdone todo el mal que he hecho y que me es de todo punto imposible remediar?—balbuceó el preso, experimentando el afán de la duda. —Su mayor atributo es la misericordia, virtud grande como El mismo. Quien todo lo creó, lo puede todo, —Mas yo no puedo comprenderlo,-—dijo el implo con desesperación. —Muchas cosas ves y tocas de cuyo origen no puedes darte cuenta. ¿Cómo te explicas, di, que la nueva de tu fin próximo haya hecho renacer en mí la fe olvidada y puesto término á mi vida disoluta? ¿Cómo puedes comprender la razón de que, con lágrimas en los ojos y cayendo á tus pies de rodillas, te diga: "—Ra món: pídeme mi fortuna, impónme todos los sacrificios imaginables, y todo, todo lo haré, con tal de que, abriendo los ojos á la luz de la verdad, confieses á Dios tus culpas?" Al hablar así, la mujer derramaba copiosas lágrimas, mientras él meneaba la cabeza y los ojos de extraña manera, con excitación nerviosa. —¡Hazlo, por amor de Dios I—iba suplicando la enamorada con acento del alma salido, cayendo de rodillas y con las manos juntas.— ¡No me niegues el íi timo consuelo que te pido ! ¡ No rae prives de verte y amarte en la otra vida, donde el amor no se extingue jamás!— Era aquélla una escena en extremo conmovedora y digna del pincel de un grande artista: el criminal, sentado en su lecho pugnando en angustiosa indecisión; cerca de ellos, el altar iluminado; y al otro extremo, los cofrades designados por la asociación religiosa que se dedica al servicio y á la ayuda de los condenados á muerte, presenciando inmóviles la escena y vueltos los ojos, como pidiéndole auxilio, hacia la imagen de Aquel que quiso morir en la cruz para salvarnos. —¡Valentina!—exclamó el reo, después de un momento de pausa.—Yo no sé qué hay en tu voz y en tus palabras que así me hacen perder la serenidad con que me proponía morir. Ve, anda: tráeme un sacerdote que me explique todo eso de que me hablas: ¡tengo necesidad, tengo hambre de comprenderlo!— Valentina, levantándose, corrió apresurada á cumplir tal deseo, sintiendo latir en su cora zón una próxima esperanza salvadora. Afuera encontró al capellán, á quien dijo: —Creo que el cielo habrá oído nuestras preces. Venga V. en seguida. —I Así sea I—contestó el ministro. —Vamos, — añadió Valentina; — y cuando esté consumada esta obra de salvación, yo iré á ver á V. para pedirle ayuda en la reali zación de otro acto grato á Dios. 

Y Valentina y el sacerdote entraron juntos en la capilla, —¿Usted otra vez aquí, buen padreí—decía el criminal, á quien, viéndole enteramente apaciguado, habían quitado las cadenas.— ¿Usted aquí, aun después de haberle inferido yo tantos ultrajes? —Toda ofensa, por grave que sea, debe perdonarse, y yo no,no recuerdo haber reci bido ninguna de V., hermano,—contestó acer cándosele el ministro del Altísimo. — ¡Confesión! ¡ Por favor!--pidió el que, de fiera, iba trocándose en cordero manso. — No te marches, Valentina,—añadía, viéndola dis puesta á irse de allí. —Yo no debo permanecer aquí ni un instante más,—observóle ella;—mi presencia tal vez pudiera comprometer tu salvación, que es mi esperanza. Vuelve los ojos tan sólo á esta imagen del Redentor, y fija tu mente y tu corazón en el arrepentimiento que ha de lavar tus pe cados. ¡Adiós, Ramón! ¡Hasta la Eternidad! Y le arrojó los brazos al cuello y le dio un beso en la frente; beso que él recibió como si fuera el casto, purísimo ósculo de una madre. Las lágrimas de ambos se confundieron, casi podría decirse que en un llanto solo, y la mu jer á duras penas pudo desasirse de la mano de él, que oprimía la de ella con expresiva ternura.    

III
Durante la velada del siguiente día, en una sala del Ateneo, se hallaban en plática amistosa un joven abogado y cierto distinguido poe ta. Aquél estaba meditabundo, con la mano apoyada en la cabeza y el codo en el respaldo de la silla. — ¿Te pasa algo?—le preguntó su amigo. —Nada,—contestó el legista.—Que jamás, en mi vida, he sentido tanto como hoy no ser poeta. —Y ¿por qué? —Porque tengo in mente un asunto magnlfi co que quisiera sacar lleno de galas á la luz del sol; pero ¿cómo hacerlo, si no recibí de Dios las dotes necesarias? —Cuenta, cuenta eso tan bueno que traes en la mollera,—pidióle sonriendo el vate.

—Verás, — añadió el letrado. — Ayer fui á visitar al infeliz á quien no me ha sido posible librar, con mi defensa, del suplicio. Pensé hallarle furioso como le había dejado la última vez que le vi; pero muy al contrario: así que entré me dio las gracias por lo que yo había hecho en favor suyo; y tan resignado, tan arrepentido se me mostró, que no pude menos de conmoverme, hasta tal punto, que le di un abrazo con tanta efusión como pudiera darlo al ser más puro y más querido. Yo creo firme mente que aquella alma descansa ya en la gloria. ¡ Qué espectáculo más hermoso habrá ofrecido su entrada en la Eternidad! ¡Qué escena más hermosa de lágrimas, de arrepentimiento y amor la de su encuentro con la víctima! Di:¿no es una viva lástima que de ello no salga una obra de arte? —Verdaderamente,—asintió el escritor, conmovido con lo que su amigo hablara. —Ciertamente , — añadió el abogado, — la tragedia de hoy deja un rastro altamente consolador. El reo murió con una elevación de sentimientos que jamás, en su vida, habría experimentado, con una devoción ejemplarísima. El capellán que le ha auxiliado lo afirma lleno de gozo. Y ¿sabes tú á quién se debe la conversión de aquella alma extraviada? Maravíllate de lo que vas á oír: se debe á cierta mujer que fué seducida y lanzada al abandono y á la perdición por el desventurado, cuando ambos se hallaban en la flor de su juventud. —Sí que puede llamarse extraordinario todo lo que dices, — afirmó el discípulo de las musas. —Pues aún hay más de qué maravillarte,— añadió el jurisconsulto.— Aquella desdichada, que hasta el día de ayer vivió sumida en el vicio, ha dictado su testamento en la siguiente forma: varios legados como restitución á otras tantas familias á quienes la hermosura de ella arruinara; muchos sufragios para el alma del ajusticiado, y todo lo restante á los pobres. —¡Hombre! ¿Es posible?— exclamó el poeta con exaltación. —Más todavía,—continuó diciendo el defensor. — Hoy mismo ha empezado á llevarse á cabo la ejecución del testamento, porque la testadora, después de renunciar á cuanto le pertenecía, ha entrado en una casa de Refugio. Dime, pues, si en todo esto no hay materia digna y abundante para un poema. ¿Quieres hacerlo tú, que eres del oficio? ¿Me prometes que lo harás? —Querido amigo,—contestó el de las trovas, — la poesía es hija del alma, y no es poeta el que construye metros y busca rimas. Ser poe ta quiere decir hallarse en plena posesión del sentimiento del Bien y de la Belleza; pero cuan do este sentimiento llega á cierto punto de su blimidad, es inaccesible á las formas del arte, y debe seguir forzosamente viviendo su vida inmaterial. ¿Cómo quieres tú que haga yo poesía de lo que acabas de contarme? ¿Podría alguien expresarla tan bien como tú la sientes?

ANTONIO CASETA Y VIDAL  

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Observacions:
És una traducció del propi Careta de la seva obra en català La primera culpa.

En la revista La Ilustración Ibérica hi ha diversos escrits d'en Careta amb un error tipogràfic al seu cognom, els relats els publiquen sota la signatura de Antoni Caseta y Vidal

A nostre grill mort

(De Jean Ricard)
Poesía original

Vera imatge del ver poeta,
tots los vespres, mon grill bufò,
nos cantavas ta cansoneta
entre las flors d'aquest balcò.
Tu, per parlar volias l'hora
en que l'hom calla y Dèu ha lluhit
puig tota veu dolça millora,
quan un l'escolta al ser de nit.
Jo empresoní ta fantasía
dintre una gàbia, 'ls camps deixant;
te va restar la poesía:
ta benaurança era ton cant.
Un jorn tas alas se trencaren,
tas alas hont ta veu brunzí;
guspirejant espetegaren
los teus goigs purs y vius d'ahí.
Quan res tè á fer de la tasca eixa,
vençut, lo poeta, de la sort,
per l'infinit la terra deixa!
—¡Mon pobre grill, het aquí mort!


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Poesia posada al peu d'un Sant Crist

Traducció d'una poesia castellana posada al peu d'un Sant Crist (1)

Sofreix, donchs jo vaig sofrir,
y tot lo qu' en contra't ve
sapías que aixis te convè
perque dimana de mi.
Lo teu pecar me té així,
m'enclavá ta ingratitut,
com mon patir cap n'hi ha hagut;
y ja qu'es pera ton bè,
beu una gota pèl que
un cálzer per tu ha begut.

(1) Ignorem qui es lo autor d'esta poesia que'ns fou comunicada pél prebere y avantajat pintor Mossen
Angel M. de Barcia, que la trobá en una hermita arruinada de Serra-Morena


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Planys d'un ombra

Traducció d'una poesia de Carles Lafont

Del negre fons de ma presó,
des de la tomba hont ficat só
dessus l'herbey, mut, traspostat,
ombra invisible ne so eixit,
cap al dols lloch vaig tot seguit
hont ne deixi lo mes aymat.

Jo'm vaig ficant per las dresseras
plenas de sahuchs y gavarreras,
de violetas y de menta;
la lluna surt al horisó
de ple donant á ma maysó
que cada jorn m'es mes plascenta.

Parets y clossos són coberts
d'euras y de gessamins verts
de los quins jo arregli las brancas;
y tot passant, lo ventet fi
de la nit, al herbey d'aqui
llansa munió d'estrellas blancas.

Entre las vigas del teulat
los aucellets hi han niat:
jo los hi trob, que'ls salve Dèu!
Agna, jo passo poch á poch
aquest llindar, ja trobo'l lloch,
vetam aquí als peus del llit teu.

Tú dorms en pau: per tos ulls closos
fan giravolts somnis joyosos:
be ho diu lo teu rioler dormir.
Ay trist de mi! feslos marxar
per poder veurem y escoltar
totas las cosas que't vull dir.

Recordat be del jorn traydor
en que, ab lo cor brusant d'amor
en los teus brassos vaig morir,
tú vares dirme: «Mon dols be,
si tú te'n vas, jo me'n iré;
faig sagrament d'ab tú seguir.»

No cregui pas lo jurament;
emperó ab tot menys tristament
l'ánima meva alsá son vol;
jo'm deya aixís: «Ella viurá,
pero á plorar sovint vindrá
sobre ma tomba lo seu dol.»

Y be, tres mesos sòn passats
que los meus ossos frets, glaçats
jauhen en lloch que ningú evita;
y, havent passat tanta jornada,
no hs vingut sols una vegada
á mon carner á fer visita.

Mentres que mos astruchs vehins
á damunt seu tenen jardins
hont mils de plantas hi floreixen,
jo aquí llanguintme en l'oblit som,
y ja las lletras de mon nom
las follas herbas las cobreixen.

Y qu' esdevé? Ay! que admirat
d'aixís trobarme menyspreat,
tot hom qui passa me'n insulta.
«Est mort d' aquí, me van dient,
no deguè aymar de son vivent,
perçó sa tomba n'es inculta.»

Digas, est reny me'l sò guanyat?
Tu que saps be la veritat,
tú'ls la deurias fer entendre.
A baix al mon quin home ha nat
que tant com jo n'haja estimat?
Hi ha hagut un cor que fos mes tendre?

Jo prou d'amichs molts n'he tingui;
pero ben justes que de mi
tota memoria hajan deixada;
del jorn que ab tú me vaig casar
ma pensa tost los va deixar
per ser de tú sols ocupada.

Ells tenen dret, donchs, d'oblidar;
mes perque tú'ls has d'imitar,
tú, mon sol be, la flama mia?
Recort piadòs de tú esperí
sols per mí, ets tú, desprès per mi,
per mi que á tots prefert t'havia.

Viu ben felissa, ja'm sap be;
pero ¿algun cop no pots tambè
visitar esta creu d'açi?

¿Vindré no pots qualque vegada
á ferli entorn una enramada
de gayas flors de mon jardí?

Cor generòs Dèu t'ha donat;
may á los planys del malhaurat

es la teva ánima tancada:
podrá ser que aquest noble cor
sols sia fret per la tristor
del espòs de qui els tant aymada?

No cregas, no, que al vas ficats
los morts hi dorman deslligats
de vostres llassos y fal·leras;
ells ploran ço que'ls han llevat,
ella han dret á la caritat
de recordansas y pregueras.

Morta la carn, resta l'esprit,
no es pas tot fet, no es pas tot dit
quan la llosa damunt se'ns tomba.
Vinam á veure, que ab ton pas
mon cor glaçat de mort farás
batre d'amor dins de la tomba.

Lo jorn que ve fresch y rioler
me crida sota mon xiprer,
esta es pels morts l'hora darrera.
A Dèu, maysò, lloch adorat!
A Dèu, ángel idolatrat,
se'n va qui t'ayma y qui t'espera!


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Sentiments

Traducció d'una poesia del volum Sentimientos de Julio Alarcón y Meléndez.


Ans d'anarsen, mare mia,
vaig presentarli mon álbum,
demanantli tota roja
si alguna cosa hi posava.
En lo lloch que mès net era
cercá la plana mès blanca,
y allí lo mèu nom va escriure,
y al damunt posá sos llávis.


A. C y V.


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Sentiments

Traducció d'un seguit de poesies del volum Sentimientos de Julio Alarcón y Meléndez.


I.
Ja's va acostant lo dia,
canta lo gall.
"A Dèu, llum de mos ulls,
d'aquí a demá.."
Y s'oyguè un bes
y allanyarse uns quants passos
poch á poquet...
A poch un tir va oirse
y un ¡ay! de mort
y d'una veu mofeta
també'l ressó,
veu qu' exclamá:
"A Déu, llum de mos ulls,
d'aquí á dema!"

II.
¡Es tant lo que jo t'estimo,
tant, que fins te menjaria!
trasformant á un mateix temps
en una las nostras vidas;
en una las nostras vidas
ab la mes íntima unió:
pera que jo, siguès tú;
pera que tú, fosses jo.


III. Cosàs de noys.
Mare, militars s'acostan,
molt ben posats y galants,
lluhint los seus uniformes
en sos fogosos cavalls.
Y que m'agrada la tropa!...
Jo voldria ser soldat!

Mare, ve lo senyor Bisbe
aquí pera confirmarns;
dihuen que pega á la cara,
mes dihuen que no fa mal.
M'agradaria ser Bisbe,
y estar sempre confirmant.

Ay mare, quina comedia
vaig veure representar!
Tothom, tothom aplaudia,
y á mi m'agradava tant!...
¡Ay! jo voldria ser cómich,
perque piquessen de mans.

Mare, se passeja en cotxo
lo criat d'aqui davant;
en una má du las bridas
y'l fuet altra má.
¡Que si deu anar be en cotxo!...
Jo voldria ser crïat.

Mare, sò anat á l'esglesia,
y en los altars, allí dalt,
so vistas moltas imatges
ab trajos negres y blanchs!
Y com m'agradavan totas!...
¡Ay! jo voldria ser Sant!

IV.
Jo ani, germaneta meva,
á cercarte en lo fossar:
ton nom vegí en una llosa,
y desprès deya aquí jou.
Y, com que deya aqui jau,
vaig posarme allí á cercar;
y sols troví pols y terra
que 'm digué: "aqui no hi es pas!"

V. Rondalla de mare
Vaja ¿vols que conte un qüento? (1).
Donchs escoltam, filla mia.
Hi havia una pobre mare
que sols tenia una filla,
que se'n era enamorada
y res la mare savia...
Pero, perqué 't torns groga!
No t'agrada'l qüento, filla?
Al fadri mes ben plantat
qu' en tots los voltants hi havia,
enganyada ab promentensas
donava a la reixa citas;
y, mentres la pobre mare
ben descansada dormia!...
Mes... perque entristeixes?
No t'agrada'l qüento, filla?
Convingueren que una nit
sens de ningú fos sentida,
per anarsen ab ell, ella,
sa casa abandonaria,
abandonant á sa mare
quan tranquila dormiria!...
Mes dígam, perqué sanglotas?
No t'agrada'l qüento, filla?
Y arribá la nit aquella...
y aprés la hora de la cita...
y lo fadrí l'esperava...
y ella... no hi compareixia,
perqué tot contantli un qüento
sa mare l'entretenia...
Pero... digas ¿perqué ploras?
¿Es veritat lo qüento, filla?

(1) Posem la paraula qüento no perque sia catalana, sino perque es corrent en nostre llenguatje vulgar y, al mateix temps, curta y á propósit per cabre á dins del vers.


VI.
—Johim, hermosa es la vida?
hermós nostre viure n'es!
Brindo, los meus companys, brindo
per nostre Dèu, lo plaher;
per nostre Dèu lo plaher
torná á dir ab feble veu,
y, sens acabar de beure,
allá terra mort cayguè.

VII. Mes enllá
Anava per un camí
molt cansat un pelegrí
cercant la felicitat;
y la gent que al pas trobava,
tothom, tothom l'endressava
mes enllá.

Y travessa per las salas
de richs palaus plens de galas
cercantla ab molt gran afany,
entre la remor que's feya
de disbauixa, una veu deya:
mes enllá.

A la gent de las montanyas
pregunta si en sas cabanas
se troban ab ella en pau;
y ab tristesa manifesta
diuhen abaixant la testa:
mes enllá.

Se n'entra ab defalliment
en los claustres d'un convent,
y resta allí agenollat;
y en la remor de l'absolta
ou, sols una que altra volta:
mes enllà.

Per fi, en lo fossar, lloch sant,
ab ulls amarats de plant
cerca la felicitat;
y una figura espantosa
li diu obrint una fossa:
mes enllà!

VIII.
—Filla, ¿qué fa lo fuster
que tan afanyat travalla?
—Mare, la creu de la vida
una fusta molt pesanta;
y com n'es tant de pesanta,
ahí, mare, 'm preguntá
que... per no durla ell tot sol....
que... si'l volia ajudar!

IX. Y jo seré mort.
Tocan las campanas ab molt trist sonar,
tocan las campanas en lo campanar;
pot ser aviat toquen ab molt trist acort...
y jo serè mort.

Quan pera mi toquen pot será un dia
de sol sens cap broma, de pau y alegria,
irá l'hortolá cantant al seu hort...
y jo serè mort.

Irá'l caminant entre boschs de pins,
per llarchs viaranys y per llarchs camins,
veurá'l navegant des de lluny lo port...
y jo serè mort.

Se veurá en las vilas la gent com s'afanya,
volar los aucells per vall y montanya,
corre'l regaró cobert herba y flor...
y jo serè mort!

Irán los soldats, iran á la guerra,
y los missioners travessant la terra,
y'l desert, l'arab del sol en lo fort...
y jo seré mort!

Quan pera mi toquen ab molt trist sonar,
quan pera mi toquen en lo campanar;
si al obrir la fossa s'obra 'l cel ¡gran sort!...
jo no serè mort!


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Poesia Galleca

Traducció d'una Poesia Galleca de na Rosalía Castro de Murguía.


—Es tant lo que't vull, nineta,
te porto tant gran amor,
que pera mi n'ets la lluna,
hermosa aubada, clar sol,
ayga neta de font fresca,
del jardí del bon Deu flor,
alé que mon pit fa viure,
vida meva del meu cor!

De sant Lluis fent la via
aixis jo't parlava un jorn
trobantme oprimit d'angunia,
guspirejant de passió,
mentres que tu m'escoltavas
tot desfullant una flor
perque'ls ulls no't pogués veure
que reflectian traició.

Despres que si, me digueres,
en prova del teu amor,
un clavellet me donares
que vaig guardar en mon cor...
¡Oh negra flor malehida,
que'm va ferir de dolor!
Mes, quan jo lo riu passava,
caygué'l clavell y aná á fons.
Aixís tant bon camí fassas
com va fer aquella flor!


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Romans 27

Traducció de Cantares gallegos de na Rosalía Castro de Murguía.

(1) Las poesías que publicam, com totas las altras de na Rosalía Castro, las intitula Cantares indistintament, y van solsament numeradas, pero sens títol.


«Cando á luniña aparece etc.»

Aixis que apunta la lluna—y en la mar s'amaga 'l sol,
Tot es quietut en los camps,—tota la ribera dorm.
Sense gent quedan las hortas,—sens ovelletas los monts,
La font sense rosas vivas—y los arbres sens cantors.
Feréstech lo vent que passa—los pins mes altívols mou,
Ja á la veu que s'alsa trista,—altra mes trista respon.
Sòn las campanas que tocan,—que tocan en so de mort,
Y al cor li diuhen: «no oblides—al qui pera sempre dorm.»

!Qu' es trista! que n'es de trista—!'hora en que s'amaga'1 sol!
En que'ls estels groguenchs mostran—la seua feble claror!
Llavors una espessa boyra—tapa'ls ja confosos monts,
Y un ombra espessa embolica—la casa del meu amor.
Vanament miro y remiro,— que'ls vels de la nit traydors
Entre mos ulls y la casa—se posan ab greu rigor.

—Que fas entre tant, rnon be?—digam ahont ets, ahont,
Que t'espero y may arribas,—que jo't crido y no'm respons?
Amor meu, pot ser morires?—ó't draga la mar sens fons?
Se te'n duguè 1'ona fera—ó't perderes en los monts?
Jo vaig preguntant als ayres,— vaig preguntant als pastors,
Pregunto á las verdas onas,—y ningú, ay! me respon.
Callant, muts passan los ayres,—ni cap d'aquells pastors m'ou
Y bullint la sorda onada—va á rebentarse en los rochs.

Mes, ingrat, tu no morires,—ni perderes en los monts,
Tu pot ser mentres jo peno—de mos greus pesars tens goig.
Ay pobre de mi! pobreta!—que lo meu pit generòs
Va ser pera tu jonch debil—que ab un alé d'ayre's torç.
Y en recompensa m'oblidas!—me dónas fel y la mort,
Qu' esta paga, desditxada,— al ben aymar donáu tots.
Pero que hi fa! com t'aymava—t'aymaré... aixis cumplir vol
La que't feu de vida y ánima—generosa donació.
Lo meu cor assí't presenta—si'1 vols matar ferho pots,
Mes com que tu hi ets á dintre,—si'l matas, tu també mors.



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D'Adrien Dezamy

Si haguès tingut la sórt,–oh ma Tisbe adorable,
de tocar amidant–aquest peu admirable
que la mateixa Cypris fins haura envejat.
¡oh vullau ço que'us diu–vostre galant entendre!
No pas ab sabatò–de satí rosa tendre,
sino ab un bes l'haria Amor calsat.



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  • Euras, recull de poesies publicat l'any 1882

Lo violí trencat

(Poesia de Béranger.)
(TRADUCCIÓ DEDICADA Á EN JOAQUIM RIERA.)

Vina, mon gos, ma bestia aymada,
mes que despite, menja, cá.
Encara hi ha coca escucrada;
demá tindrem sols negre pa.

Los inimichs que astuts guanyaren,
en esta vall van dirme ahí:
"Tócans la dansa!" No'u lograren;
y un d'ells trenca lo meu violí.

Ell fou l'orquesta en l'encontrada;
prou jorns de festa! á Dèu, dolçors!
¿Qui durá'l ball á l'ombra aymada?
qui deixondits tindrá als amors?

La seva corda ben tivada,
al trench de l'auba un jorn hermòs
anunciava á l'esposada
lo seguiment del jove espós.

Al capellá que óurel gosava,
ferli'l ball grat era de lley.
L'alegre só qu'ell escampava
desrugaria'l front d'un rey.

Si ell ensajava un altre dia
cants que la gloria'ns inspirès,
¿com sobre d'ell pensar podia
que l'estranger vil ser venjès?

Vina, mon gos, ma bestia aymada;
mes que despite, menja, cá.
Encara hi ha coca ensucrada:
demá tindrém sols negre pa.

Sota del om y en la masia
que llarch será'l diumenge aquí!
¿Beneyrá Déu la vrema'l dia
que la comensem sens violí?

Repós de llargas travalladas,
adormiguè'ls mals dels pobrets;
de grants, tributs y pedregadas
conolá'ls nostres llogarrets.

Feya callar dels oyds la guerra;
plors aixugava amoroset.
Ceptre no feu may á la terra
un bè tan gran com mon arquet.

Mes l'inimich que aquí'ns alarma,
ab son insult m'ha encoratjat.
Donchs qu'en mas mans remplasse un'arma
lo violí qu'ell m'ha trencat.

Amichs que deixo ab greu racansa
dirán, si moro, tristament:
"Per ell, un bàrbre no feu dansa
damunt de nostre arrunament."

Vina, mon gos, ma bestia aymada;
mes que despite, menja cá.
Encara hi ha coca ensucrada:
demá tindrem sols negre pa.



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Traducció Lo compte Arnau


10 de gener de 1900 La Dinastía.

Comenten que n'Antoni Careta té preparat una versió en castellà de Lo compte l'Arnau de Federic Soler (Pitarra).

No sembla que mai s'haguès estrenat, tot i que s'ha conservat un manuscrit amb l'obra totalment traduida sota el títol El conde Arnaldo.

Traduccions d'articles pel Diario de Barcelona

Capçalera del Diario de Barcelona
Juliol de 1898 Diario de Barcelona.

Publicació de tots els articles que ha hagut de traduir pel Diario de Barcelona en el mes de juliol. Sumen un total de 500 línies i guanya 31 pessetes.

Dia 5 Edición de la Tarde "¡Al buen pistacho!" (86 línies).
Diario de Barcelona - Al buen pistacho
¡AL BUEN PISTACHO!
¡Al buen pistacho, señores! ¡al buen pistacho!
Tal es el nuevo grito que, de algunos meses acá, repiten industriales levantinos, en la Bolsa, por las calles, en cafés, en cervecerías y al que han dado, por fin, carta de naturaleza, como la tenian ya otros diversos gritos mas ó menos originales que lanzan muchos baratilleros cosmopolitas. Este es un hecho evidente: la venta de tales frutos ha obtenido entre nosotros derechos de ciudadanía, y, así, las personas que compran pistachos no dejarán, á buen seguro, de leer con cierto interés los siguientes detalles que se ha prestado á darme Melkon-Assadou, creador de esa nueva industria callejera.
Melkon-Assadou es armenio. Obligado á abandonar Constantinopla en la época en que hubo allí horribles matanzas, juró no volver mas á una ciudad tan peligrosa para sus correligionarios, y la cicatriz de una bala de revólver que recibió en aquellos días nefastos, le recuerda su juramento cada vez que lleva la mano á la mejilla izquierda. En el buque que le conducía á Marsella, Melkon-Assadou, exhausto de dinero, preguntábase inútilmente á sí Mismo cómo se las compondría para vivir y comer en una ciudad cuyo idioma ignoraba, cuando una conversación con cierto griego compañero de viaje, llamado Jorge, le puso casualmente, si no en el camino de la fortuna, en el de obtener una ganancia módica é ingeniosamente asegurada.
Entre algunos balanceos de la nave, Jorge confió a Melkon-Assadou que iba á Marsella para esplotar la misma industria que habia ejercido en el Pireo, y en Atenas, esto es la venta de pistachos. Los detalles que oyó Assadou, le entusiasmaron hasta tal punto, que propuso á Jorge asociarsele. Cerróse el trato: y, en cuanto pusieran pie en tierra, los dos socios fueron á entenderse con un griego, negociante en nuestra villa. Desde entonces, se organizó en Marsella la venta de pistachos.
Molkon-Assadou los compra al natural, en sacos de 120 á 130 kilos, á  un mercader que los recibe de Alepo; país en que, al parecer, florece Y fructifica el mejor alfóncigo ó pistachero; los adquiere á razón de un franco 80 centimos el kilo, comprendiendose en este precio los 50 céntimos que, por derecho de Aduana, debe pagra el kilo al entrar en el terrotorio fr M. Mèline.
Los pistachos desde luego se cascan, ó, mejor dicho, se entreabren por medio de un casca-nueces, tarea que ejecutan los armenios indígentes, que hay en nuestra villa, cuyo trabajo satisface Melkon-Assadou á razón de 10 céntimos el kilo.
Una vez abiertos los pistachos, Assadou los lava en agua pura; los sala luego; y, por fin, los pone á tostar durante  cosa de media hora en el horno de un escelente panadero amigo suyo, quien, segun dicen, ha cogido tal apego al armenio, que no quiere cobrar nada por prestarle el horno.
Dispuestos así, los pistachos, para la venta, los entrega Assadon á compatriotas suyos á dos francos 50 céntimos el kilo, con lo cual beneficia unos 30 céntimos, pués él ha debido pagar el trabajo de los cascadores; el importe de la sal y, además, soportar la merma producida por los desperdicios.
Cuando Assadou ha provisto á los revendedores, él á su vez se constituye en vendedor; llena su cesta de pistachos tostados y salados, y como aquéllos, cruza la villa, lanzando en la terraza de los cafés, en los alrededores de la Bolsa, por todas partes, su pintoresco grito: "¡Al buen pistacho, señores! ¡Al buen pistacho!
Los aficionados compran los pistachos de dos maneras. Consiste la primera en pagarlos directamente: por un sueldo os darán doce pistachos y, como los vendedores han calculado que entran de 1.100 á 1.200 en kilo, resulta que de lo comprado por dos francos 50, sacan cuatro francos 50; es decir, un beneficio, en kilo, de dos francos.
La segunda manera, y la que más suele gustar al público, es jugar los pistachos á pares y nones. Este procedimiento hace verdadero furor por los alrededores de la Bolsa, entre cuatro y seis de la tarde, en que muchos corredores y negociantes no desdeñan, en lo mejor de una discusion de importantes asuntos arriesgar algunos céntimos á este juego.
A una seña del cliente, el vendedor que, con la cesta debajo del brazo izquierdo, ronda entre los grupos, se acerca y entreabre la cesta: toma aquel un puñado de pistachos en la mano, que saca sin abrirla.
El vendedor pronuncia luego á su voluntad: "¡Pares!" ó bien "¡Nones!". Abre entonces la mano él cliente: se cuentan los pistachos que hay y se ve si el número es par ó impar. Si el vendedor acertó se le devuelven los pistachos y se lo da un sueldo; si, por el contrario: yerra; debe entregar doce pistachos sin percibir remuneración alguna. Y vuelta á empezar, y así sucesivamente.
Segun Melkon-Assadou, los beneficios de los vendedores en el juego de pares y nones, fueran los mismos que los de la venta directa, á no haber en nuestra villa ciertos jugadores de mala fe que no tienen inconveniente en tomar los pistachos cuando ganan; pero que prefieren eclipsarle á pagar, si pierden. Con todo, las pérdidas por semejante concepto, son mas raras de dia en dia, toda vez que los vendedores se han vuelto desconfiados, abriendo el ojo, pero mucho ojo, y no han tardado en servirse de la potente nariz con que la naturaleza dota á la mayor parte de los armenios para oler de lejos y con seguridad quienes sean los buenos y los malos jugadores.
Debo añadir —para completar fielmente mi conferencia con el hombre á quien, si viviese en Chicago, á buen seguro llamarian el Rey de los pistachos,— que en Marsella se cuentan ya seis negociantes del artículo al por mayor: tres griegos y tres armenios; éntre estos Melkon-Assadou; los revendedores son como unos cuarenta, y no se venden y juegan menos de 100 kilos de pistachos diariamente en esta población. Hermosa cifra, sebre todo considerando. que semejante industria no se importó hasta el año pasado, hace justos y cabales, cinco meses.
Y todo hace esperar que aumente aun, y ello ha de ser á medida que los dueños de cafés, hostiles en un principio á consentir en sus establecimientos la venta de los pistachos—por el inconveniente de la profusion de las cascaras que se arrojan al suelo— se presten autorizarla, bajo la doble presion de los clientes aficionados a tal fruto y... de la cerveza que incitan á consumir los pitachos con su salsedumbre.
Leon Boudouresque.
(De Le Petit Marseillais).

Dia 7 Edición de la Tarde "Contra la tísis" (75 línies).
Diario de Barcelona - Contra la Tísis
El doctor Grancher, uno de los principales colaboradores de Pasteur en las inoculaciones contra la rabia, acaba de leer en la Academia de Medicina un importantísimo informe sobre la tuberculosis. No se dirige solamente á los médicos é higienistas este trabajo, pues interesa á todos, de manera que nadie dejará de sacar gran provecho con leerlo y meditar las observaciones allí contenidas.
En efecto, nunca se repetirá lo bastante que la tuberculosis es un terrible azote que hace estragos en las grandes ciudades, en proporciones de que ya no se tiene duda. Bajo su forma mas frecuente, que es la tisis pulmonar, es causante, en una aglomeracion como la de París, por ejemplo, de una quinta parte de las defunciones que se registran. De cincuenta mil muertes, once mil son de tuberculosis. Y así en todas partes donde se agita una poblaclon densa y descuidada en cuanto á las reglas de la higiene.
La tuberculosis es producida por un microbio. Se le conoce, se ha podido aislarle; mas aun no se ha conseguido acertar con el medio de domesticarlo; es decir, de transformarlo en vaccino preservativo. Ello vendra, ciertamente, algun dia; mas, entretanto, fuera imprudencia y torpeza enorme dejar que el azote fuese tomando pié sin oponerse á sus estragos, cuando puede hacerse con éxito. Tal es lo que acaba de demostrar M. Grancher.
Esta peligrosa enfermedad no es hereditaria como generalmente se cree, pero sí es contagiosa, y de cada diez casos que se presentan, en los nueve, el contagio se produce por la respiracion. Los esputos del tísico contienen los gérmenes de la tuberculosis; una vez los esputos secos, los gérmenes se esparcen por el aire, y cuantos se hallan al alcance de ese aire infestado lo respiran. Para que los gérmenes se desarrollen, basta con que uno se halle momentáneamente debil, fatigado o indispuesto así como la germinacion de una semilla requiere un terreno bien preparado. Por está razon es que los hijos y parientes de los tuberculosos se ven atacados de tal enfermedad. A un niño en pañales que se halle padeciendo un cólico ó las molestias de la denticion, le basta la pequeña crísis que sufre para contraer la enfermedad terrible, que podria no atacarle, a encontrarse en buen estado.
En las grandes poblaciones, todos nos, hallamos espuestos á esperimentar debilidad y á respirar gérmenes malsanos. Así todos podemos contraer la temible afeccion; pero, si bien es útil que así conste, ello no debe asustarnos exageradamente. Así como el microbio respirado puede quedar sin accion hallando sano el cuerpo, es preciso vencer la accion infecciosa con volverlo rápidamente á un estado mejor. M. Grancher, á quien su larga práctica ha dado una autoridad indiscutible, demuestra que en el primer período de la enfermedad se pueden obtener curaciones, en proporcion de 80 á 90 por ciento, valiendóse de medidas higienicas en estremo sencillas. Basta con devolver al cuerpo toda su energia por medios de ejercicios al aire libre y una alimentacion sustanciosa, para destruir el mivrobio que la habia alterado.
De semejante pbservacion deriva la consecuencia de que los médicos yerran ocultando á sus enfermos el nombre da la temida enfermedad que les aqueja. Lo mas comun es decir al paciente, con objeto de que no se alarme, qué se trata de un gran romudizo, y esto cuando ya los sintomas de la tisis se han hecho evidentes. Están en un error. No es malo impresionar un poco al enfermo para obligarle á seguir al pie de la letra las prescripciones que se le hagan, tanto mas cuanto de él solo depende que se ejecuten: reposo en el campo, ejercicio al aire libre, nada de escesos y buena alimentacion.
Mas, si bien no tiene precio el saber curar con tanta sencillez á los tísicos en el primer período de su enfermedad, no se eche en olvido que fuera aun mas ventajoso evitar que ésta atacase á nadie. Si cada cual pusiese de su parte el debido empeño en conseguirlo, el número de tísicos seria tres cuartas partes menos, para la cual bastaría procurar que siempre fuese destruido el germen y que nadie estuviese espuesto á respirarlo.
El mejor remedio, pues, contra la propagacion de la tisis, es la limpieza; pero no esa limpieza que consiste en quitar con un plumero el polvo de los muebles, dejando que caiga al suelo y se esparza. Es preciso, si, quitar este polvo; que suele contar abundantes gérmenes de toda clase, pero hágase con un lienzo un poco húmedo. Hay que esterilizar, sobre todo, los vestidos y las piezas de ropa sucias. Deben, tambien ponerse dentro y fuera de las habitaciones escupideras fijas fáciles de lavar. En fin debe adoptarse en todo una limpieza médica.
Además, si en las casas particulares la propagacion del mal depende do sus habitantes, en todos los sitios públicos las respectivas administraciones tienen sus deberes que cumplir para conjurar la plaga.
En la escuela, en el cuartel, en los muelles, en los paraderos, en los vagones y ómnibus, en los teatros, en todas partes, siembran el contagio los tuberculosos, y M. Grancher espone por completo las medidas conducentes á prevenirse contra sus estragos. Nos falta espacio para seguirle en su notable informe, y debemos reducirnos á indicar la importancia valiosa que reviste. El director de Higiene y Sanidad públicas en el ministerio del Interior ha manifestado intencion de imprimir este trabajo en número de cincuenta mil ejemplares, con objeto de difundirlo algo por todas partes. ¡Quiera el cielo que en Francia se hallen cincuenta mil personas que lo lean y utilicen!
La tuberculosis es uno de los agentes mas activos de la despoblacion.— Félix Laurent
(De Le Petit Marseillais)

Dia 8 Edición de la Tarde "El índigo artificial" (60 línies).
Diario de Barcelona - El índigo artificial
Muchos departamentos del Mediodía de Francia que se dedicaban al cultivo de la rubia, han sido arruinados por el descubrimiento de la alizarina ó rubia artificial que se estrae del alquitrán dé hulla. Posible fuera que una catástrofe semejante amenazara á los paises productores del índigo, singularmente á Inglaterra, que posee en las Indias, sobre todo en Bengala, los plantíos de añil mas importantes y de mayor estima.
Los alemanes son quienes preparan este golpe á la industria inglesa, con el que amenazan desde hace tiempo. De algunos años a esta parté, la Compañia alemana Anillin und Soda Fabrick habia conseguido preparar una substancia azul capaz de utilizarse en el tinte, a la que llamí indigophor. Pero este producto salia demasiado caro para hacer competencia en el mercado al índigo natural.
Este éxito a medias, no se estimó como definitivo. Los primeros resultados se han ido perfeccionando, y á estas horas la Compañía alemana ofrece á sus corresponsales índigo casi químicamente puro y que, sin embargo, se fabrica por medio de esos alquitranes de hulla que parecen encerrar todas las riquezas y en, manos del químico, se transforman en toda suerte de tesoros.
Ahora, el precio se ha reducido á tal punto que hace posible la competencia. Es probable que mejoras posteriores en la fabricacion vuelvan la competencia aun mas temible. Solo la calidad podrá defender el producto natural, pues el índigo es materia cuyas propiedades especiales parecen, hasta ahora, desafiar toda concurrencia.
Para preparar el índigo vegetal tal como se fabrica hoy en las Indias y los demás países donde se produce, basta aplastar en el aire ambiente las hojas del añil. Mana entonces, un líquido, amarillo de pronto, que solo poco a poco toma la bella colaracion azul que da valor. Pero en realidad, ese liquido amarillo da origen á dos productos cuya mezcla en proporciones convenientes, caracteriza las buenas fabricaciones; esos dos productos son la indigotina o azul de índigo y el rojo de índigo. El azul domina y eclipsa al otro como coloración en la mezcla; mas el rojo que se le asocia, comunica al tinte un tono vivo que es muy estimado.
Hasta ahora, los alemanes no fabrican sino la indigotina y, además, con ésta, los baños no se preparan tan aprisa como antes; mas ambos inconvenientes que no dejan de ser una inferioridad, pueden desaparecer de un momento á otro. Bastará un esfuerzo y descubrir un rojo bien adecuado á la mezcla con el azul artificial y evitar así, que los compradores tengan que disentir todo lo que no sea el precio. El asunto es sencillísimo y de éxito probable.
Los alemanes confian llegar á vender el índigo artificial á una cuarta ó tercera parte menos que al de añil. Fuera esta una gran rebaja, capaz de justificar la creacion de importantes fabricaciones, pues el beneficio no seria menor de treinta ó cuarenta millones al año.
Actualmente, las Indias inglesas esportan el índigo por valor de 115 a 130 millones de francos. Francia, Alemania y Austria reciben, cada una, por ocho millones; los Estados Unidos, por catorce millones; lo restante, va á Inglaterra.
La pérdida de una cuarta parte en semejante cifra no es nada despreciable, y es de creer que los interesados harán todo lo posible para oponer resistencia.
La primera idea que se les ocurra, y la mas natural, será pedir á la China, que ha facilitado los medios con que atacarles, las armas para defenderse. Mucho hay que hacer para perfeccionar la planta tintórea y superar, á la vez, los rendimientos de la estraccion y la escencia del producto. Si el índigo de las Indias llegase á ser de tal calidad que no la igualase su rival alemana, claro está que la reduccion de precios tendria una importancia menor y que la lucha podría durar aun bastante-tiempo.
Pero es de creer que esta resistencia no se prolongue mucho y que asistamos á una de tantas revoluciones económicas como se han producido ya y que nadie es capaz de detener. Cada siglo tiene sus necesidades, sus recursos y sus procedimientos. El ferrocarril ha muerto las diligencias, la bujía ha muerto la vela, el petróleo está en vías de matar la lámpara de aceite. Sin que sea uno profeta, se puede prever que el índigo artificial reemplazará al natural, como la alizarina reemplazó la rubia, como los colores de anilina han reemplazado todas las antiguas tinturas vegetales. Siempre el progreso se levanta sobre alguna ruina.— Félix Laurent
(De Le Petit Marseillais)

Dia 14 Edición de la Tarde "Dos héroes españoles en Cuba" (66 línies).
Diario de Barcelona - Dos héroes españoles en Cuba
Durante la guerra hispano-americana, se habrán podido muchas VeQCS registrar hechos de armas dignos de elogio, y si losamericanos, con su natural .Sangre 'fria, reali-zan actos como el.- del teniente Hobson en él «Merrimac», los españoles se •señalaron ciertamente por otros de ejemplar bravura; entre ellos, el que se vió mande la tomá'cle Victoria de 'las Tunas y de Cascorro, en la provincia oriental de Cuba, habla muy alto en pro del ejército de España. Victoria de las Tunas se hallaba defendida por una guarnicion de ciento einenenta hombres de infantería al mando de un capitan, acantonados en un fuerte sin cañonea' y • un destacamento de Veinte telegrafistas, á las ordenes de un sargento, acuartelados en el apostadero de telegrafía óptica.. . . . Calixto García, con 1.500 hombres y tres cañones de dinamita, sitió .10 .poblaci.01.,.; mas, á fin de economizar sus trepas, cuya incapacidad para un asalto formal conocia de sobra, decidió no servirse mas que de la artillería para destruir desde lejos las mezqui-nas defensas de los sitiados. • Colocada las piezas á mil metros, empezó un fuego lento, pero. certero, poUtra, fuerte y la ciudad; cada vez iban avanzando sus cañonea, y a los..qttinée días; el 'fuerte y.la Poblacion eran un montan de ruinas humeantes, entre. las 'cuales ya'elan la nuiY.Or parte. de sus defenSores;.solo el sargento telegrafista y veinte hembre.s Mas -quedabn. a en pié,. no sin heridas,,,disPulando aun la estacion telegráfica á loa sitiadore'A. • Mientras estos bravos soldados se batian, Hourdisan, pon una sangre fria estráoritl-liarla,' telegrafió todas las fases de la,acciori y—lo que es notable-..--la estaCion recePt'cira no pudo notar incertidumbre ni interrupcion alguna durante la transmision del tele- - grama. Imposible fuera describir éste hecho de armas sin copiar textualmente las últi-Mes.Palabras transmitidas por Hourdisan. Flelasaqui: .. • «El enemigo acaba dé avanzar sus cañones á menos le 200 metros... la estaeion lla destruida... en torne mio mis compañeros mueren con valor_ No somos ya mas que ocho._ la sed nos devera... un obús, reventando, nos ha reducido á cinco.,. acaba-de dar-me un trozo en una pierna... el cabo ha muerto valerosamente.,. habiendOme una bala roto el brazo: dereeno„sigo telegrafiando con; la mano izquierda.., el enemigo se apresta á dar el asalto_ mis últimos compañeros han muerte... Huir...» Aquí se detuvo el telegrama eu el momento en que la muerte sorprendió al hé0e que lo ,trasini tia .Algunos dias desinies, cuando ebgeneral Castellanos recuperó á VIO:irle de :11a.Tfi- , nal, entre los prisioneros que. lizo se encontraba un.oficial irisurrectO, por quien púo que, al ver éste y los suyos cesar el fuego y al penetrar en el fuerte, llevaron tecloS .ins-tintivarnente la mano al.sombrero para saludar los despojos de aquellos héroes infortu-nados.segundo hecho. heroico desarrollóse en la ciudad de Cascorro, situada no lejos de Nuevitas, puerto; principal de Puerto Principe. •. •Ladebíbguarnicion de Cascorro, tras de haber Sostenido un fuego Mortal, vióse enla precision dé replegarse en un fortin de madera, desde el cual, por espacio d e guinde • dias, se las hubo con los insurrectos en numero muy superior,. pero, en un momento dado,. faltandoileis viVeres, a.,.,,,otándose y.a las. municiones, se hizo ,itupoSible.prnibligar mucho aquella situaeion yel tenien t1, que mandaba aquel Puliado delorribres jugar él todo Por el todo y hacer una salida tratando de ,desalojar leS:,inaurreetos de une, casa,donde.0e...hablanlc`che fnertés, situada en. tina,-altUra` fine deininaba.el TOrtin., . nEelte.mainento tít:Soldadd.jóveTylltunadiv.E1WGolitmzldo.G árela, -soli0ite. Ole,: a, incendiar. la.•Calafesparel elido :porella b árrill tod p e tróled; ., Haciendose atará la cintura el estremo de una larga cuerda, á fin de que, en eastide muerte, su cuerpo no cayese en poder de los insurrectos, y llevando en la mant derecha _ , I el barrilito dirigiose hacia la casa: tranquilamente • esparció el intlanrable líquido y le puso fuerro a pesar deldiluvio de balas que lluvia en torno suyo. .P,rt• m.1aro 010.1:¿1))111- sIgió ,i leo el j v¿tii da,111: e pit.uk tau-Jen r¡a; mieírtras que los I lis LIAT3-,c1-Ós huntauopoiz.el u iid o-se vieron o l gados.a -abandonar la3.,rinoliera-y á retirarse, cayendo miiplics de ellos :en u campo de batalla: • • - •• • • : El autor LIC esta•házaria.heróica, Ganzala:Gareía, • obtuvo en galardon la cruz laurea-da:de San Fernando, la mas alta; de las candeCoracionesespaholas; mas al recibir las in-signies,halIábase en el hospital abatido por el YÓ111i t o , del que sucurnbiózpocos dias_des. p:u.es, cabiéndole, sin embargó, el •cousuelo, de saber que la recompensa. gloriosa.iba á quedar en poder de su faniíEa.—J. Roure y Gonzalez.
(De Le Petit Marseillais)

Dia 18 Edición de la Tarde "La esclavitud en los Estados Unidos" (41 línies).
Diario de Barcelona - La esclavitud en los Estados Unidos
Está visto, que los Estados Unidos no dejan perder ocasión alguna de desvanecer las ilusiones de cuantos se complacen aun en considerar la gran república americana como el país clásico de la libertad, de la humanidad y de la independencia, y, ante consideracion semejante, cabe preguntarse qué opinarán de dicha nacion a estas horas sus fervientes admiradores, los Tocqueville y los Laboulaye, sabiendo, por ejemplo, que libre y diariamente se establecen mercados de esclavos en diversos puntos de aquel pais y sobre todo en California.
En efecto, resulta de las informaciones de la North Republican Review que la esclavitud existe bonitamente entre los chinos allí establecidos. Tan gran número hay de éstos en San Francisco de California, que la venta de esclavas (mujeres y niñas), ha llegado á ser un tráfico de los mas importantes, establecido bajo la proteccion de dós grandes sociedades mercantiles.
La mayor parte de esas mujeres han sido robadas en China é introducidas en América por medio de fraude ó de falsas delaraciones, obtenidas á menudo por las amenazas y la violencia. Conducidas luego al mercado, se las vende en pública subasta, como si fueran miserables reses.
Mas lo que parece increíble es que, habiéndose fugado una de ellas recientemente de la casa de su amo, el cónsul chino quiso hacerse entregar la fugitiva y aconsejó, finalmente, al mercader de esclavos, citarla ante el tribunal; cierto que no fué tenida alli en consideración la demanda del mercader; pero éste pudo adquirir el convencimiento de que en San Francisco de California se estima la esclavitud como una institucion regular en condiciones de obtener la proteccion de la ley americana.
De la revista citada al comienzo de este artículo, tomemos las siguientes notas sobre algunos de los precios que llegan á alcanzar las esclavos en el mercado de San Francisco: una chinita de nueve á doce años, de 750 á 2.500 francos; una niña de doce á diez y seis años, sobre todo si es de lindo rostro, se evalúa en un precio que oscila entre 2.500 y 7.500 francos. De ésta edad en adelante, las cifras llegan hasta 20.000 francos, á lo que hay que añadir que con tales precios se obtiene aun un interes de 20 á 30 por ciento, que, por cierto, no deja de ser tentador.
Pero, ¿á que insistir en tema semejante?
No valía la pena, en verdad, como observa uno de nuestros colegas, que los Estados Unidos se entregasen por espacio de tantos años á una espantosa guerra civil para abolir precisamente la esclavitud de los negros, si creian deber permitir á los chinos hasta el dia de hoy organizar en San Francisco o en otra parte mercados de esclavos. Fuera oportunisimo que la Señora Becher-Stowe, autora de "La cabaña del Tio Tom", célebre y popular novela inspirada, precisamente, en los males de la esclavitud; levantase la voz en son de enérgica protesta...—B.
(De Le Petit Marseillais)

Dia 19 Edición de la Tarde "Casilda de Trinidad" (33 línies).
Cuando, transportadas por los soberbios steamers de ruedas, verdaderos palacios flotantes que hacen el servicio de Batamanó á Santiago de Cuba, dejamos la bahia de Yagua, donde está la ciudad da Cienfuegos, llama la atencion la parte del Este por los graciosos montes de Sierra de Potvevillo y de Cumanayagua, de unos 1.000 metros de altura, que parecen deslizarse sobre el azul de las aguas, desenvolviéndose á medida que el buque avanza en este mar profundo para abordar el puerto de Casilda dominado por la ciudad de Trinidad.
Este maravilloso panorama, una vez'visto, no se olvida; y no tienen punto de comparacion con él las encantadas riberas del Bósforo ni las del Léman: tanto las galas de la vegetacion tropical aumentan los múltiples hechizos de esas risueñas costas cubanas. 
Sobre una meseta de las primeras estribaciones de estas montañas, se levanta la graciosa, lindísima ciudad de Trinidad, fundada por Diego Velazquez, en marzo de 1514, despues de la conferencia que celebraron en Yagua él, Las Casas y Narvaez, en la que se acordó la fundacion de tres ciudades lejos de la costa, destinadas á sanatorio de aclimatacion para los colonos á quienes fuera nocivo el clima marítimo de Cuba; estas ciudades son Trinidad Sancti-Spiritus y Puerto Príncipe.
A través de los copudos cocoteros, los guayabos de embriagador perfume y los naranjos con sus frutos de oro, una línea férrea baja las suaves pendientes de la montaña, hasta llegar á Casilda, donde las casas sé escalonan al borde de una playa de argentadas arenas, al estremo de una rada cuyas aguas surcan mil naves de blanca vela.
El muelle cubierto donde atracan los grandes steamers, durante la corta permanencia de éstos, se puebla de una abigarrada multitud de vendedores, entre los cuales destacan los negritos dé blanquísimos dientes, ofreciendo los suculentos ananas; los racimos de doradas uvas, las amarillentas castañas de marañon y otras muchas sabrosas frutas de la flora tropical y de las zonas templadas que tiene el don de producir está privilegiada region de la misteriosa Cuba.
Este rincon pintoresco es el escogido por los americanos para llevar, sin previo aviso, la ruina y la muerte; los cañones monstruos de sus buques han bombardeado ya está linda ciudad inofensiva, al par que indefensa.—T. Roure y Gonzalez.
(De Le Petit Marseillais)

Castillo Feudal - La Velada

Capçalera La Velada
23 de juny de 1894. La Velada.

Publicació de la poesia Castillo feudal traducció de la poesia "Lo Castell Feudal" de Adolf Blanch.

El castillo feudal traducció d'Antoni Careta Vidal El castillo feudal traducció d'Antoni Careta Vidal

Observacions:
En una carta de l'Antoni Careta enviada a Víctor Balaguer esmenta aquesta traducció. En Careta explica que està passant una mala època econòmica i voldria veure si el seu treball com a escriptor i traductor podria ajudar-lo a tirar endavant. Afirma que per ara aquesta traducció és la única que ha cobrat.

En aquesta traducció afegeix una nota sobre l'autor original en que diu: "No por haber visto la luz primera en Alicante (11 Enero de 1832), debe dejar de llamarse catalán á don Adolfo Blanch y Cortada, pues, además de ser sus padres hijos del antiguo Principado, en Barcelona pasó casi toda su vida nuestro poeta, y en su Universidad estudió filosofía y derecho.
Ocupado en el ejercicio de la abogacía, dedicóse también á los estudios económicos y escribió algunas obras de carácter editorial. Con todo, sus aficiones le llevaban hacia la historia para ponerla al servicio de la poesía, siguiendo en este punto algo las huellas de su maestro el malogrado don Pablo Piferrer. Sus poesias La veu de las ruinas, L'ánima enamorada y Lo castell feudal, le valieron, con justicia, el título de Mestre en Gay Saber en los Juegos forales de Barcelona. Estas y otras composiciones en número no muy crecido, acreditan á Blanch de poeta vigoroso entre los nuestros y de merecedor, tal vez más que otro alguno, del dictado de pindárico.
Fué secretario de la Academia de Buenas letras de Barcelona, y en los últimos años de su vda ejerció igual cargo en a Universidad de dicha capital. Murió en 7 de febrero de 1857.
El dicionario de escritores catalanes que viene publicando don Antonio Eías de Molins y prólogo que puso don Juan Sardá al frente de la colección de poesías de nuestro vafe (Barcelona: imprenta de La Renaixensa, 1888), ofrecen al curioso y al bibliógrafo otros datos sobre la vida y obras del hombre, para nosotros inolvidable, que nos honró con su valiosa estima y su cariñosa amistad."